Miguel Ángel Contreras Mauss
Córdoba, Veracruz.- La imaginación de Uriel Herrera Torres suplió cualquier conocimiento de matemáticas, física y aerodinámica. Y desde una región de grandes montañas y fuertes vientos, logró que pequeños trozos de carrizo y papel china surquen los cielos azules de la primavera.
Las elegantes figuras de los papalotes artesanales no sólo sacan sonrisas a niños, jóvenes y adultos, sino sensaciones que llegan a las almas para explotar en mil pedazos de felicidad.
“Tú puedes controlar el diseño, la elaboración, decidir los materiales, y muchas veces dónde y cuándo los vas a volar, pero siempre hay algo que no puedes controlar: puede ser el viento, los árboles, tu propia habilidad, y tienes que estar preparado para el desastre”, afirma.
La sala de su casa se convirtió en el taller donde transforma el papel china, carrizo y las varas de caña: y mientras da forma a un cometa de cubo recuerda que desde hace 31 años lleva elaborando papalotes artísticos
“Casi siempre un papalote bien hecho volará fácilmente, y cuando lo logras te sientes bien, pero a veces no vuela o puede pasar que se destruya o que se vaya con el viento y lo pierdas”.
La historia de Uriel, con 61 años a cuestas, comenzó con la necesidad de buscar un ingreso extra y se transformó en un oficio y una expresión de arte.
“Desde niño me gustaba hacer mis propias palomas, por mucho tiempo me dediqué a ser chofer del transporte público en la sierra, pero era un trabajo muy cansado, así que un día me decidí y comencé hacer palomas”.
Al principio se le dificultó, pero poco a poco fue perfeccionando su técnica y ahora es buscado hasta por competidores nacionales para que les construya figuras y participar en torneos.
Al crear un papalote, dice, “pones tu imaginación, tus ideas, tu bagaje cultural, todo lo que eres”, por eso cada vez que mira al cielo y ve que una de sus creaciones está volando tiene sentimientos encontrados.
“He visto volar papalotes por años y años y siempre me quedo absorto por lo que me traen, por lo que me dejan”.
Nunca pierde la concentración en su obra mientras platica. Para él, el papalote más fácil es la paloma.
“A mí me da mucho gusto elaborar un papalote, no por negocio, aunque de esto vivo, pero me alegra más ver la sonrisa de un niño en su rostro, ver cómo ese padre vuelve a su infancia y se divierte volando la cometa. Siento una emoción y un gusto ver mis creaciones en el aire”, señala.
El artista asegura que cada papalote lleva un sello de amor.